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Instrumentos musicales del pueblo diaguita

Solapas secundarias

Bailes chinos: transformaciones y continuidades en la música prehispánica


Además de los criterios morfológicos, materiales y geográficos, los especialistas han clasificado los instrumentos prehispánicos de acuerdo con los sonidos que emiten y su forma de ejecución. Esto les han permitido proponer que existe una continuidad entre flautas del pasado y aerófonos presente que, a primera vista, parecieran no tener relación.

Es es el caso de las antaras de la cultura diaguita y las catarras o lloronas de los bailes chinos, un festejo dedicado a la Virgen que se realiza actualmente entre los ríos Aconcagua y Limarí. Según los etnomusicólogos, aun cuando no están hechas de los mismos materiales, en estas flautas pervive el tubo complejo de las antaras y su particular sonido rajado (Mercado 2005, 31).

Para realizar el documental La cultura diaguita chilena y su legado sonoro ancestral (Campillay et al. 2006), destacados investigadores estudiaron los instrumentos de la colección del Museo del Limarí y tocaron la antara para medir la altura de sus sonidos. El experimento les permitió comprobar que estos aerófonos emiten el mismo timbre que las flautas que se tocan en las orquestas los bailes chinos.

En el marco de otra investigación, Guillermo Díaz, chino puntero del baile de Pucalán en Puchuncaví, y el investigador Claudio Mercado tocaron dos antaras de piedra a dúo con la técnica con que se hacen sonar las flautas del festejo dedicado a la Virgen y comprobaron que producen el mismo sonido que las catarras o lloronas de madera (Mercado 2005, Pérez de Arce 2014).

Las orquestas de los bailes chinos cuentan con veinte o más flautas y silbatos, y un par de tambores que suenan al unísono. Las catarras se tocan en dúos y su timbre vibrante, un «catarreo» o sonido rajado, introduce un cambio en el conjunto.

Las flautas de los bailes chinos se fabrican artesanalmente, por lo que cada una tiene una forma y un conjunto de detalles que hacen que deban ser sopladas de un modo específico. Los músicos se habitúan a las suyas, se encariñan con ellas y les ponen nombres. «Como dicen los viejos, un chino sin su flauta no vale nada» (Mercado 2005, 38).

Estos instrumentos se tocan «saltando», bailando y realizando giros y brincos sincronizados. Existen más de cuarenta tipos de movimientos coreográficos, que los danzantes realizan en un esfuerzo conjunto que implica la disolución del individuo y, en palabras de José Pérez de Arce, el «sacrificio ritual de cada chino» (1996, 42).

Comunidad y rito

La colonización europea provocó cambios profundos y drásticos en las manifestaciones culturales de los pueblos indígenas de América. Las campañas de «extirpación de idolatrías» impactaron en los rituales y festejos de las comunidades que habitaban el territorio americano, así como en la música y los objetos asociados con ella.

A pesar de esto, se desarrollaron procesos que permitieron incorporar, sustituir y reinterpretar los elementos de la religiosidad cristiana y las tradiciones prehispánicas para crear nuevos sonidos, instrumentos y musicalidades (Pérez de Arce 1995a). Un ejemplo de este sincretismo son los bailes chinos, cuya raigambre prehispánica se ha podido establecer, en parte, gracias al «hallazgo de instrumentos de idéntico sonido y factura de hace setecientos años o más» (Pérez de Arce 1995b, 31).

El origen del término «chino» viene del quechua y significa servidor. Esto refleja el carácter de sus fiestas, donde cofradías de hombres bailan, tocan instrumentos y cantan en honor a una imagen sagrada. Según Claudio Mercado, se trata de «danzantes-flauteros que expresan su fe a través del baile y la música en rituales comunitarios» (2005, 31).

Los bailes chinos se celebran en el marco del calendario católico y son producto de una religiosidad popular que mezcla las tradiciones europeas e indígenas. José Pérez de Arce considera que la música de estos festejos contiene «algunos de los conceptos más apreciados por la sociedad andina, como son la dualidad que se resuelve en unidad, en solidaridad, en cohesión, a través de la pérdida del sentido de individualidad» (1995a, 35).

En palabras de Marcelo, chino de Maitencillo: «Tu chineai y el alma está en otro lado, tu estai en otro lugar» (en Mercado 2005, 41). Este sentimiento sería de «disolución, de convertirse en la música, de flotar en el sonido, dejar de ser hombre» (Mercado 2005, 44). Según los participantes, después de «emborracharse con las flautas», experimentan una especie de mareo, sensación que podría describirse como un trance colectivo probablemente vinculado con la intensa hiperventilación que produce el baile y la interpretación musical.

La relación entre las antaras diaguitas y las catarras de los bailes chinos constituye un ejemplo de cómo la etnomusicología puede enriquecer la investigación de las representaciones culturales tanto del presente como del pasado. Aunque el proceso de colonización y mestizaje haya puesto fin a la elaboración de muchos instrumentos prehispánicos, la persistencia de algunos de sus rasgos ilumina el significado de las tradiciones actuales y permite imaginar el de las que, aparentemente, se han extinguido.

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