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Instrumentos musicales del pueblo diaguita

Solapas secundarias

Flautas prehispánicas y vientos diaguitas


La música ocupó un lugar central en la vida de los pueblos prehispánicos. Así lo atestiguan no solo la gran cantidad de instrumentos que se han encontrado, sino también los diversos objetos decorados con motivos y figuras musicales. Según Claudio Mercado, a través del sonido, el indígena americano «establece redes de relaciones y significados con el mundo en que está inmerso» (1995, 10).

Las flautas destacan por su variedad de formas, tipos, materiales, usos, sonidos y connotación simbólica (Pérez de Arce 1995b). Pueden ser de cerámica, piedra o madera y sus motivos aparecen en vasijas y tabletas inhalatorias. La diversidad de sus formas ha permitido clasificarlas en las siguientes categorías:

  • Flautas tubulares: flauta vertical simple, quena, flauta traversa y flauta doble.
  • Flautas cilíndricas cortas y globulares: silbatos y ocarinas.
  • Flautas de pan: antaras.

Todos estos aerófonos emiten un sonido rajado o tara, timbre multifónico y vibrado que dominó la estética de los vientos andinos hasta la llegada de los españoles (Mercado 2005). Según los especialistas, «su potencia, volumen, amplitud y complejidad [son] características que en la organología mundial no se asocian a las flautas, sino a otras familias instrumentales, como las trompetas» (Pérez de Arce 2014, 36).

La manifestación más antigua del sonido rajado en América data de unos dos mil años, cuando la cultura paracas inventó el tubo complejo en la costa sur peruana (Mercado 2005). Posteriormente, en la cultura nazca, este timbre formó «parte de una densa trama ritual constituida por una gama de espíritus humanos, medioanimales [y] mediovegetales» (Pérez de Arce 1995a, 38).

Ha sido precisamente este sonido el que, entre otras características, ha permitido establecer una continuidad entre las antaras del pueblo diaguita y las catarras que hoy se utilizan en los bailes chinos del norte chico y el valle central.

Música y vientos en la cultura diaguita

El pueblo diaguita cultivó una estrecha relación con la música y, particularmente, con las flautas. Antaras, silbatos y ocarinas formaron parte de su vida cotidiana y alcanzaron una «cuidadosa manufactura artesanal y hermosos ornamentos geométricos» (Grebe 1974, 48). Además, representaciones de flautistas en objetos como tubos y tabletas para inhalar indican que estos instrumentos desempeñaron un papel importante en el contexto ritual de esta cultura.

Las antaras son flautas de cerámica, madera, piedra o caña de base escalerada o recta. Poseen entre dos y dieciséis tubos complejos, que deben ser soplados con mucha más fuerza que los de los instrumentos de viento occidentales (Pérez de Arce 2014).

Estos aerófonos no cuentan con orificios de digitación, pero la forma de sus tubos les permite producir un amplio espectro de sonidos agudos, atonales y llenos de armónicos (Pérez de Arce 1995b) que propician «otros estados de conciencia» y los sitúan en el «más alto escalafón en términos de estructura y organización musical» (1995a, 41).

La antara solo se ha documentado en Sudamérica, particularmente, en el área andina y, aunque se desconocen los motivos por los cuales dejó de fabricarse, lo más probable es que su vínculo con el culto haya hecho que se extinguiera junto con él (Pérez de Arce 1995a). Según José Pérez de Arce y Francisca Gili, su «extraordinario nivel artesanal tanto formal como acústico» está «muy por encima del resto de los artefactos» producidos por el pueblo diaguita (2013, 55).

Los silbatos son flautas cortas que producen un solo sonido, carecen de orificios de digitación y a menudo presentan «formas zoomórficas, antropomórficas y fitomórficas» (Grebe 1974, 37). De acuerdo con la forma de su tubo, se clasifican en rectos y acodados.

Los rectos son un tipo de flauta vertical muy pequeña, de distintas formas y con un tubo cerrado en su base (Grebe 1974, 36). Los acodados tienen forma de L, lo que permite relacionarlos con pipas para fumar y, a partir de esto, con «usos ceremoniales chamánicos» (Barrientos y Pérez de Arce 2013, 86).

Las ocarinas cuentan con orificios para embocadura y digitación, pueden producir un rango más amplio de sonidos y, generalmente, son interpretadas por solistas o dúos. En este caso, además del acorde que produce su ejecución conjunta, las ocarinas generan «sonidos fantasma» que, producto de alteraciones acústicas complejas, pueden originar experiencias sensoriales alteradas (Pérez de Arce 1995a).

Según algunos autores, el hecho de que baste con soplar por el conducto para hacerlas sonar y no sea necesario poner los labios de determinada manera las hace más sofisticadas que las demás flautas de su tipo (Pérez de Arce 1995a).

A pesar de que los usos musicales de estos instrumentos «constituyen un misterio» (Pérez de Arce 1995a, 26), la semejanza de algunos silbatos y ocarinas con plantas y animales, y la agudeza del tono que pueden producir sugieren que eran utilizados para «imitar sonidos del mundo circundante y particularmente de los pájaros y animales totémicos» (Grebe 1974, 38).

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